La oficina arrancó en el año 84 con denuncias sobre seguridad alimentaria e higiene y ahora las dudas del ciudadano se centran en temas bancarios y tecnológicos.

 

Burgos fue pionero en contar con una Oficina Municipal de Información al Consumidor (OMIC). Tras los estragos causados por la colza, la preocupación por qué se compraba en los españoles, la sociedad empezó a creer en sus derechos a exigir. Un año antes de aprobarse la normativa de estas oficinas, en Burgos arrancaba la primera con Luis Morcillo a la cabeza, hoy director de la OMIC, y dos asociaciones de consumidores burgaleses. Desde entonces las gestiones de reclamaciones de consumidores y establecimientos comerciales han marcado el devenir de la sociedad. «En todos estos años la variedad de las temáticas que tratamos han ido cambiando, las reclamaciones llegaban sobre una temática que posteriormente se iba regulando y tras esa normativa desaparecían de nuestro día a día», señala Luis Morcillo. 

Así en la oficina ubicada en el Parque del Doctor Vara empezaron con problemas de seguridad alimentaria, con el fantasma del aceite adulterado vendido como aceite de oliva en garrafas. Después se pasó a los problemas generados en los usuarios de talleres de reparación, de electrodomésticos, problemas relacionados con las constructoras de vivienda en tiempos de bonanza para terminar, actualmente, con problemas vinculados al sector financiero y bancario y el comercio electrónico que, hace 30 años, era impensable hablar de comprar por internet. La OMIC evoluciona al mismo tiempo  que la sociedad burgalesa. «Como oficina pública captamos de forma rápida la problemática que envuelve a los ciudadanos y depués lo transmitimos a través de nuestras memorias, todos los ayuntamientos tienen una oficina similar, al Ministerio correspondiente con lo que se van dejando constancia de las inquietudes o necesidades del ciudadano en cada momento que después pasan a legislarse», señala Morcillo.